Se trata del Laboratorio de Monitoreo Ambiental (LABMA) creado en el año 2017 en la Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia (FQByF). Tiene como principal objetivo contribuir al diagnóstico, monitoreo y evaluación de la calidad del aire y del ambiente, a través de la identificación, cuantificación y análisis de contaminantes atmosféricos, tanto gaseosos como particulados, en diversos entornos: urbanos, industriales, semiurbanos y naturales.
En 2017 comenzó su creación gracias al financiamiento del proyecto Universidad y Desarrollo, otorgado por la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU). En ese marco, se ejecutó el proyecto: Medidas de contaminantes del aire en un parque industrial de la provincia de San Luis, uno (1) de los tres (3) proyectos adjudicados a la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). Esta iniciativa se desarrolló en conjunto con el Gobierno provincial con el que fue posible adquirir equipamiento importante para la realización de tareas, tales como: bombas de muestreo de gases y sus accesorios, un ciclón (equipo para el monitoreo de material particulado en aire) y un cromatógrafo de gases con detector de ionización de llama (GC-FID) esencial para la identificación y cuantificación de contaminantes gaseosos.
Su actual directora, la Dra. Roxana Morales, explicó que en el año 2021 el Laboratorio fue seleccionado en el programa ImpCT.AR Ciencia y Tecnología de Nación, para abordar el análisis y evaluación de los niveles de material particulado (sedimentable y en suspensión, con determinación de fracción carbonosa, metales e hidrocarburos), compuestos orgánicos volátiles (COVs) y contaminantes en el agua del arroyo Juan Pérez de la Villa de Merlo, junto con el análisis de las principales fuentes de emisión, fijas y móviles, con el objetivo de diseñar políticas de mitigación. Este nuevo financiamiento permitió la adquisición de un equipo de medición en línea (de bajo costo) para contaminantes del aire, compacto, eficiente y de fácil manejo, equipado con sensores específicos para distintos gases.

Por otra parte, mediante un proyecto PICT-E sobre Equipamientos para nuevos Laboratorios, se incorporó un desorbedor térmico acoplado al GC-FID, lo cual permite desorber directamente los contaminantes desde los cartuchos de muestreo utilizados en las bombas, facilitando el análisis y reduciendo la manipulación de las muestras. «Todo este proceso de consolidación y equipamiento, coordinado inicialmente por el Dr. Luis Cadús, permitió la creación del LABMA, el cual actualmente se encuentra bajo mi responsabilidad. El Laboratorio ha funcionado desde sus inicios en la planta baja del Bloque III, en el espacio correspondiente al Laboratorio de Catálisis e Ingeniería en Procesos de la Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia, bajo la dirección del doctor Cadús», explicó la científica.
También añadió que el Laboratorio se proyecta como una unidad de referencia regional en estudios de calidad del aire, con capacidad técnica y científica para generar conocimiento, aportar herramientas de monitoreo y análisis, y contribuir a la construcción de soluciones sustentables frente a problemáticas ambientales complejas, y sostuvo que entre sus objetivos específicos se plantea brindar información de calidad a organismos gubernamentales, instituciones académicas, comunidades locales y actores del sector productivo, con el fin de contribuir al diseño de políticas públicas ambientales, normativas de calidad del aire y programas de vigilancia ambiental.
¿El LABMA comparte actividades con otros laboratorios?. Los servicios que presta el Laboratorio se encuentran registrados como Servicios Tecnológicos de Alto Nivel (STAN) en el Instituto de Investigaciones en Tecnología Química (INTEQUI-CONICET). También se ofrecen a través de la Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia. El objetivo es brindar un servicio integral, de alta calidad y con sustento científico sólido. «Trabajamos de manera articulada con otros laboratorios e instituciones cuando el requerimiento así lo demanda. Esta colaboración puede establecerse tanto con otros STAN pertenecientes al INTEQUI, como con laboratorios de diferentes institutos del CONICET o de otras universidades e instituciones del país», contó Roxana.
Paralelamente sostuvo que estas sinergias permiten complementar capacidades técnicas, compartir equipamientos específicos y enriquecer el abordaje analítico, garantizando resultados robustos y confiables. Esta red de cooperación científica y tecnológica también fortalece la transferencia de conocimiento al medio socio-productivo y facilita la atención de demandas complejas que requieren enfoques interdisciplinarios.
Aporte social. Las actividades que se desarrollan no solo poseen un alto valor académico y científico, reflejado en la generación de conocimientos y formación de recursos humanos especializados, sino que también tienen un impacto social concreto y significativo. A través del monitoreo ambiental, la identificación de fuentes de contaminación y la generación de datos confiables, el Laboratorio contribuye activamente al cuidado del ambiente, ayudando a preservar la calidad del aire. Este trabajo técnico-científico resulta esencial para la protección de la salud pública, ya que permite detectar contaminantes nocivos en el aire que respiramos, anticipar situaciones de riesgo y orientar decisiones preventivas o correctivas por parte de organismos de control.
«Al ofrecer información clave para el diseño de políticas de gestión ambiental, se pueden promover condiciones que favorecen la mejora de la calidad de vida de la población, especialmente en comunidades expuestas a emisiones industriales, urbanas o de transporte. De esta manera, se generan aportes concretos al desarrollo sostenible de las comunidades, entendiendo que el crecimiento económico debe estar acompañado por una gestión ambiental responsable, basada en evidencia y sostenida por el conocimiento científico-tecnológico», concluyó Morales.
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