Fue el fundador y primer director del Instituto de Matemática Aplicada San Luis (IMASL) desde 1982 a 1999, primer Instituto de doble dependencia en la UNSL. Docente emérito de la Institución. Fue premiado nacional e internacionalmente. Formó parte de sociedades científicas y cuenta con una vasta trayectoria en la docencia e investigación. En diálogo con Noticias UNSL, el destacado matemático nos comparte algunos recuerdos de su paso por la Universidad.
El pasado 11 de noviembre, Ezio visitó la Provincia para participar de los festejos por los 40 años del IMASL. En ese evento fue destacado por su trayectoria y su trabajo en la formación y consolidación del Instituto. Además, recibió el agradecimiento de por parte de todas las autoridades que disertaron en el evento.
¿Cómo inició su relación con la Universidad Nacional de San Luis?
Yo estudié cuatro (4) carreras en la Universidad Nacional de Cuyo: el Profesorado en Enseñanza Secundaria y Especial en Matemática, Física y Cosmografía (1961), la Licenciatura en Matemáticas (1962), la Licenciatura en Física (1963) y el Doctorado en Ciencias Matemáticas. He sido premiado en muchas oportunidades por mi tesis doctoral. A través de mi director de tesis pude ir a Princeton, donde estuve dos (2) años. Me ofrecieron un puesto de investigador de la más alta jerarquía, viajé por distintos lugares, pero mi foco fue el Instituto de Matemática Aplicada San Luis (IMASL).
Aunque estuve en otros lados, mi interés siempre fue que el Instituto fuera un buen lugar. Luego me jubilé y me hicieron profesor emérito, que es una distinción de la Universidad. He seguido trabajando, pero no tengo desempeño académico dentro de la Universidad con alumnos, sigo trabajando por mi cuenta. En forma contraria de lo que dice la gente, que después de los 65 años hay que abandonar todo, yo tengo 82 y sigo trabajando.
Veo que mi capacidad intelectual ha bajado un poquito, pero tengo muchas experiencias que me ayudan a seguir trabajando.
¿Qué recuerdos tiene de sus épocas en investigación?
Un recuerdo mejor que el otro. He dirigido a 25 tesistas. Algunos están en Norteamérica, en Europa, otros están en Buenos Aires y en distintas provincias del país. Estoy orgulloso de haber podido dirigir a tantas personas.
¿Qué implicó el hecho de ser reconocido por nuestra Institución como profesor emérito y sus otras distinciones?
La definición de emérito es la de un profesor que se ha destacado más allá de los docentes comunes y que tiene un prestigio internacional. Si usted llega al Conicet en la última categoría es reconocido internacionalmente y en matemáticas hay muy poco reconocimiento internacional en la categoría A, pero yo he sido premiado más que eso. Yo a donde voy, digo que soy miembro del Conicet.
Estoy trabajando con una flamante doctora, con quien estamos tratando el problema de la interacción de los remedios, que es un problema muy difícil de la teoría de la optimización que ayuda a la farmacia y a los médicos en general. Creo que es un problema muy importante, todavía no lo hemos terminado, estamos a mitad de camino. Como este trabajo, cada trabajo que yo hago difícil o no difícil, simple o muy complejo, es un «challenge» que uno tiene y que se encuentra como una meta a seguir.
¿Qué le diría a las nuevas generaciones tanto de docentes como de investigadores a partir de su experiencia y de su formación?
Depende si usted me pregunta por investigadores o comerciantes. A un comerciante le puedo aconsejar hacer buenos negocios. A los investigadores les diría que sigan lo mismo que he hecho yo, que trabajen para conseguir sus objetivos.
¿Cuáles han sido los desafíos que ha vivido en su carrera profesional?
Cada vez que tengo un problema, es un desafío nuevo. Uno a veces se equivoca y tiene que ir hacia adelante. Había un profesor, Modesto González que una vez nos dijo: «investigar es ir un paso para atrás y dos para adelante», eso es en pocas palabras lo que es investigar.
¿Cómo pudo congeniar su carrera profesional con su vida personal?
Tengo una gran familia, tres (3) hijas, una está en Estados Unidos, otra en Bariloche y otra en Mendoza. Mi esposa es farmacéutica y trabajó también en la Universidad. En lo personal, iba a jugar a la paleta, me ganaban siempre. Jugué a squash, al ajedrez, pero nunca fue muy bueno.
¿Qué puede resaltar de la importancia de la educación pública?
Creo que es muy importante, pero tienen que cambiar muchas cosas, hay muchos desafíos por delante.
¿Qué piensa sobre el futuro del Instituto?
Nosotros hemos empezado con diez (10) personas, hoy hay más de 100 profesionales, creo que va por un muy buen camino y eso me pone muy contento.