¿Sabías que a través de la alimentación aportamos mayor bienestar a nuestro cerebro?. Sobre este interrogante trabajan investigadoras de la UNSL, quienes desde la Nutrición indagan sobre la crononutrición y la alimentación antiaging a nivel cerebral.
La Esp. Vanina Garro docente de la Facultad de Ciencias de la Salud (FCS) dirige un proyecto de investigación titulado: Ayuno Intermitente y Dieta Cetogénica en adultos de la Provincia de San Luis. Parte de los estudios de este proyecto se vinculan a una mayor optimización cerebral que se obtiene a partir de la ingesta de ciertos alimentos y a determinar horarios en los cuales la persona come.
La crononutrición deriva de la cronobiología y hace referencia a los diferentes «relojes» que tenemos en nuestro cuerpo que funcionan sincronizados en relación al día y a la noche. Los distintos sistemas (neurológico, neuroendocrino, hormonal, inmunológico, entre otros) funcionan en distintos momentos del día y de diferente forma, y las personas son capaces de hacer que estos «relojes» se optimicen y funcionen mejor según el momento del día en que se incorporan alimentos. «Así surge la importancia de un momento para comer y de un momento para no comer», expresa Garro.
La profesional explicó que la conducta óptima que la población debería adoptar sería alimentarse durante el día y no comer durante la noche, y realizar un reposo digestivo mínimo de 12 horas. «Esto nos garantiza que todos nuestros ritmos biológicos puedan funcionar adecuadamente. Doce horas sería como algo mínimo. Luego, si tenemos que profundizar un poco más, existen más horas de ayuno que serían mayor a 16, 18 o 20 horas, que este tipo de alimentación sería antiaging porque produciría autofagia», dijo.
La autofagia es la capacidad de las células de comerse asimismo y esto produciría que los desechos celulares que van ocurriendo durante el día se vayan eliminando. «Numerosos estudios avalan que pasadas las 16 y/o las 18 horas de ayuno, es decir de no consumir ningún alimento, el cuerpo entraría en autofagia y esto traería múltiples beneficios para la salud», añadió la investigadora. Sus beneficios son la acción antioxidante que nos va a permitir tener una longevidad más saludable en la piel, intestino y estómago, y el más importante es que ayuda a aumentar la sensibilidad insulínica y esto se relaciona directamente con la crononutrición.
A nivel cerebral lo que ayudaría es a favorecer las funciones de la compresión, asociación y relaciones. También optimizaría la memoria, la lucidez mental y la capacidad de retención de nuevos conceptos, y se evitarían enfermedades neurodegenerativas.
«Mientras más extiendo las horas de ayuno, voy a estimular menos a la insulina y eso hará que tenga menos picos de glucosa en sangre. Esto hará que todo mi sistema funcione acorde en una alimentación más desinflamatoria (…) Esto favorecerá a que si la insulina está quieta voy a guardar menos grasa, porque la insulina produce grasa y ayuda a que tengamos energía, además si a esto lo sincronizo con una alimentación durante el periodo adecuado y óptimo con alimentos bajos en carbohidratos, ricos en grasas y bien antioxidantes, voy a hacer un combo perfecto para una alimentación súper antiaging», detalló Garro.
¿Cómo se relaciona esto con la salud cerebral? Estudios científicos han determinado que la neuroplasticidad se da gracias al aumento de la sensibilidad insulínica. «Si yo incorporo alimentos ricos en antioxidantes como lo son las catequinas, las colecatequinas, la vitamina B1, la tiamina y alimentos funcionales como el té verde, la canela, el jengibre y la nuez moscada, estos tienen sustancias que son antinflamatorias y ayudarían a esta neuroplasticidad, de la misma manera que alimentos con bajos contenidos de azucares, van a favorecer que mi cerebro funcione mucho mejor».
La especialista sostuvo que lo ideal es poder comenzar en la niñez a crear hábitos que favorezcan el desarrollo cognitivo a través de la incorporación de ritmos de rutinas diarias en los cuales se tenga un momento para comer y un momento para no comer. En las personas adultas hay que crear mecanismos de adaptación.
Datos
¿En qué alimentos encontramos esos antioxidantes?. Los alimentos que se denominan funcionales, porque tienen compuestos bioactivos, es decir antioxidantes que van a ayudar a una microbiota saludable, son: todas las verduras, preferentemente los de hoja verde (brócoli, espinaca, acelga, colifrol, el cali, el apio), el pepino, la palta, el aceite de oliva, los pescados, preferentemente grasos porque contiene Omega 3,huevo, hígado, el cacao, y el té verde.