Desde un proyecto de extensión y en conjunto con Cáritas diocesanas, docentes, estudiantes y graduados de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) realizan acciones en barrios carenciados de la Provincia. El trabajo es dirigido por la Dra. Eliana González y codirigido por la Dra. Andrea Piñeda.
El equipo de trabajo está conformado actualmente por docentes de la Facultad de Psicología (FaPsi), de la Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia (FQByF) que trabajan en la importancia de educar en el uso racional de medicamentos y de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas y Naturales (FCFMyN), orientados a las ciberadicciones.
El proyecto inició a fines del 2012. En el año 2013 se realizaron las primeras incursiones y entre 2014 y 2015 las primeras protocolizaciones. Mediante el vínculo con Cáritas, organización mundial que está en el país y que atiende a las comunidades en contextos de pobreza, el grupo pudo insertarse en las comunidades más pobres de la ciudad y de toda la Provincia. «La idea es llevar a comunidades concretas de Cáritas, ofreciendo esta capacitación de la enorme cantidad de equipos que trabajan en esto y empezar a ingresarlas en estas comunidades», explicó González.
En un principio, comenzaron trabajando en una parroquia del Barrio Eva Perón, con un trabajo apuntado en la prevención integral del consumo de riesgo y problemático, enfocado en la promoción de la educación con apoyo escolar. «Vimos el rol clave de las madres, abuelas y familias extensas constituidas en torno a mujeres, que sostenían esas casas y a las que había que apuntalar en cuestión de culminar su escolaridad, que pudieran conseguir mejores oportunidades de trabajo y ayudarse entre mujeres en temas de crianza y de la vida comunitaria», explicó Andrea Piñeda.
Por ello, comenzaron a realizar talleres de distintas temáticas con las madres del barrio. Simultáneamente realizaban en el merendero el trabajo con niños/as, jóvenes y adolescentes en lo deportivo, artístico y recreativo, con el objetivo de que tuvieran mejores oportunidades y pudieran sentirse integrados/as en una comunidad, proyectarse con otros, sentirse aceptados/as y tener oportunidades de una vida plena y digna.
De esta forma fueron trazando redes, trabajando con escuelas de la zona, centros de salud y con la Asociación de Padres y Amigos del Discapacitado San Luis (APADIS). Cada una de esas redes se convirtió en proyectos en los que se incorporaron pasantes, estudiantes de grado y posgrado.
Con el pasar del tiempo observaron que habían cosas que trascendían el barrio y empezaron a tener acciones comunes con organizaciones municipales y del Gobierno provincial, con instituciones y secretarías nacionales, relacionadas con temas de niñez y adolescencia. «Comprendimos algo que está expresado en la ley nacional de salud mental: que la prevención y el trabajo integral es importante trabajarlo en red y que hay que ayudar a empoderar a los/as ciudadanos para tener un enfoque de promoción en los derechos humanos, eso es lo que venimos trabajando hace diez (10) años», sostuvo Piñeda.
Consultadas con respecto a la respuesta de las personas en los barrios, Piñeda explicó que estos son trabajos de hormiga, en los que lleva años ver los procesos de cambio en las personas, en las comunidades y en las culturas. «A veces es necesario ver en perspectiva lo que uno ha ido transitando y cómo se ha ido generando (…) lo más gratificante es poder ver cómo uno ha podido contrubuir a generar una cultura del cuidado de la vida, del cuidado mutuo entre las familias y personas que se sienten parte de una comunidad», agregó Piñeda.
Sin embargo, esos son logros que no siempre se dan en las comunidades, por lo que las expertas sostienen que los mejores resultados los han tenido en escuelas, comunidades e instituciones en los que no se quedan solo con las charlas, sino que las mismas les han servido como disparador para pensar sus propios proyectos. En algunas escuelas les han dado lugar para asesorar proyectos transversales desde el jardín hasta el secundario, para que trabajen desde sus distintos espacios curriculares e idiosincrasias.
Desde el equipo, siempre han trabajado con presupuestos pequeños, por lo que este financiamiento de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) les permite pensar en contruibuir más a la comunidad. En sus palabras, esto implica un desafío y priorizarán el poder brindar algo a la comunidad y a la vez también contribuir con los/as estudiantes, otorgándoles becas, viáticos para traslados, que antes tenían que hacer por sus propios medios.
«Somos parte de la Universidad y vamos a ofrecer algo, pero trabajando con el otro (…) este proyecto está planteado para un año, nosotras quisiéramos que continúe en esta riqueza de trabajar juntos y pensar problemáticas nuevas, entre Universidad y comunidad», agregó la Directora.
Finalmente, las expertas destacan todos los aprendizajes que han tenido durante este recorrido, en el que trabajar con problemáticas complejas las ha ido nutriendo y ampliando la mirada sobre lo que pueden ofrecer y lo que la comunidad puede ir colaborando y construyendo. «El desafío siempre es seguir, a lo mejor los números no nos ayudan, que de 20 solo dos (2) siguieron, pero vale la pena por esos dos (2) y por revertir una cultura que tenemos muy instalada», finalizó González.
Dato
Quienes realizan este proyecto forman parte también del Programa Universitario de Prevención de Consumos Problemáticos y Adicciones de la UNSL desde donde se realizan tareas de prevención y orientación, a través de distintos equipos profesionales.
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