Ricardo Marino: «el canto colectivo es una experiencia que todos deberían atravesar para poder desarrollar su emotividad y sensibilidad»


Ricardo Marino se ha desempeñado como director del coro de la UNSL por más de 35 años. Además, fue coordinador e impulsor de la carrera de Producción Musical, docente e investigador. Sus producciones han sido premiadas en el país y la región y recientemente fue reconocido por la Facultad de Ciencias Humanas y el Senado de la Nación por sus aportes culturales y a las carreras de música en la educación superior. En diálogo con Noticias UNSL, nos comenta cómo ha sido y sigue siendo su historia con nuestra Institución y sus deseos a futuro.

¿Cómo comenzó tu historia con la Universidad Nacional de San Luis?

Mi historia con la Universidad data de muy lejos, ya que comenzó en el año 1987. A finales del año 1986 fui convocado desde la Secretaría de Extensión Universitaria para dirigir el coro, por recomendación del director anterior, el maestro Mario Baeza. Yo soy mendocino y vivía en Mendoza en ese momento y fue personal de la Secretaría a ofrecerme ese lugar. A principios de 1987 me hice cargo de la dirección del Coro de la Universidad, lo que hice sin interrupciones prácticamente hasta la pandemia. Con el coro hemos presentado más de 15 espectáculos a lo largo de todos esos años; espectáculos conceptuales, con puestas de escénicas. Volví a dirigir el coro este año, para el festejo de los 50 años de la UNSL, convocado por el rector Víctor Moriñigo y por Daniela Jameson.

En el año 1993, el rector de ese entonces, el Licenciado Alberto Puchmüller me convocó para trabajar en el diseño e implementación de una carrera de música en la UNSL, primera experiencia académica artística en la Universidad y una de las primeras en el país en trabajar con esta modalidad. A raíz de esto, comencé a trabajar durante todo ese año con algunos consultores en el diseño curricular y también en la mirada, en la perspectiva de la carrera de producción musical. Esto fue insertado en un organismo académico que existía en ese momento, que se llamaba DETI y significaba Departamento de Enseñanza Técnico Instrumental.

Desde el año 1994 empecé a desarrollar junto con otros colegas este proyecto académico que era, es y sigue siendo un proyecto académico singular, por el hecho de por un lado introducir el estudio de la música popular, fundamentalmente popular latinoamericana, y además el hecho de la práctica y el estudio de la creatividad, de la composición, cosas que en este momento en el país todavía estaban en ciernes. Fue la primera carrera en una universidad nacional en el país que trajo estas dos (2) vertientes: el estudio de nuestra música popular ligado también a la enseñanza de la creación y de la composición musical.

En 2017 hubo un pedido de la Facultad de Ciencias Humanas para que la carrera, que estaba en el IPAU, pase a la Facultad de Ciencias Humanas y se convierta en una carrera permanente, ya que aquellas que dependían del Instituto eran carreras a término, de manera que a pesar de que se abrió continuamente porque la matrícula así lo demandaba, siempre tenía que decidir el Consejo Superior su reapertura. Obviamente siempre decidían reabrirla y eso fue lo que le dio continuidad y trayectoria.

En 2017 pasamos a la Facultad y, un año antes, también por encargo de la decana de la Facultad, la Esp. Viviana Reta, empezamos a trabajar en la formulación de un profesorado universitario en música popular latinoamericana. Este profesorado arrancó en 2016, su base metodológica es la misma de la Tecnicatura en producción musical, pero con todo el contenido de asignaturas pedagógicas que le brindan todas las formaciones necesarias a un futuro docente. Ahora incluso se está empezando a trabajar en una licenciatura en producción musical.

Recientemente fuiste reconocido por la UNSL y el aula de producción musical lleva tu nombre, ¿qué implica este reconocimiento para vos?

En 1993 nosotros no teníamos lugar donde arrancar con la carrera de Producción Musical, es más, tampoco teníamos lugar de ensayo para el coro. Íbamos rotando de un lado al otro, un día en el Microcine, otro día en el Hall, otro día en la biblioteca, donde podíamos. En esa época existía este lugar, que tuve el enorme honor de que le pusieran mi nombre, que durante muchos años se llamó el obrador, porque era justamente el obrador de Astori que fue la empresa que construyó todos los edificios de las Facultades.

Ese lugar estaba absolutamente abandonado, prácticamente en ruinas y ante la necesidad y la falta de recursos para poder dictar nuestras carreras y poder ensayar de manera regular y estable con el coro se decidió acondicionarlo para que se desarrolle la carrera. Así fue que trabajamos arduamente en reconstruirlo y en transformar ese lugar en ruinas en un aula. Con el tiempo fueron sucediendo distintas remodelaciones y mejoras, hasta convertirlo en lo que es hoy. Desde el Rectorado y la Facultad han puesto un gran empeño en darle el estatus que se merece esa aula.

Durante 25 años fui Coordinador de la carrera, estuve un poco liderando todo lo que significa mejoras, equipamiento, liderando un poco la faz metodológica, siempre con el amparo de colegas de una nutrida experiencia; grandes profesionales como Gonzalo de Borbón, Gabriel Correa, Guillermo Anzulovich, gente muy formada y talentosa que han sido mis colaboradores siempre. No quiero dejar de mencionarlos, porque ellos también han sido parte, han sido esta gesta fundacional de ese lugar mítico.

¿Cómo has vivido con el transcurso de los años los cambios en la enseñanza y la dirección del coro?

Al principio, no existían coros en el país que trabajaran con esta modalidad de coro escénico, en esta modalidad el coro no está estático, con las carpetas cantando, sino que hay una escena, que refuerza el contenido dramático de lo que se está cantando. Esas escenas tienen una vinculación con la comedia musical y algunas cosas que son puramente del teatro.

En ese sentido he trabajado con importantes colaboradores, una de ellas, la principal, es Daniela Jameson que trabajó conmigo en espectáculos muy relevantes. Hicimos el primer musical que se hizo en San Luis y uno de los primeros en Argentina, llamado: Amores imposibles, eso fue en 2003, 2004 y 2005. Después se han ido sucediendo diferentes espectáculos, uno en homenaje a Charly García, otro dedicado a las mujeres, un espectáculo llamado Cielo e infierno, postales en blanco y negro, celebración del trabajo, que fue el último trabajo de coro escénico que hicimos antes de la pandemia.

Paralelamente he ido armando grupos vocales, un quinteto masculino que se llamaba Punto y coma, que estuvo durante tres (3) años funcionando, y un grupo vocal femenino que se llamaba Desbocadas, eso fue paralelamente al coro, a la coordinación y a la docencia en la carrera de Producción Musical. También desarrollamos esta experiencia de música en escena, música viva, con esta acción dramática.

Fueron más de 15 espectáculos desde 1987 en adelante. Nos llevaba prácticamente medio año, quizás un poco más, la preparación del espectáculo. A partir de la segunda mitad del año presentábamos el espectáculo que veníamos preparando ese año y el año siguiente mientras lo presentamos, íbamos preparando el siguiente.

Tuvimos reconocimientos importantes, como el hecho de un premio que ganamos en Brasil en 1988 con el coro de la Universidad y después tuvimos invitaciones a Ecuador, Colombia, a festivales internacionales donde hemos estado. Después de una experiencia competitiva en Brasil dije: no más competencia, yo quiero compartir. Eso marcó también al coro, porque muchas veces nos invitaban a competencias y yo renuncié definitivamente a competir, pero sí íbamos a festivales internacionales donde podíamos compartir. En esos festivales también tuve la oportunidad de dictar talleres, tanto en Ecuador como en Colombia, vinculados a esta modalidad de coro escénico.

Ha sido un trabajo hermoso, hecho con mucha pasión, con mucho amor. Han pasado a lo largo de estos años más de 2.000 coreutas y ni hablar de estudiantes, ya que saqué la cuenta que eran 20 cohortes más o menos también, a un promedio de 100 personas por cada una, son más o menos unas 2.000 personas que han pasado por nuestras aulas y por nuestros métodos de enseñanza.

Todo eso de alguna manera ha redundado en este reconocimiento, como fundador de estas escuelas de producción musical con esta modalidad de enseñanza hacia lo popular y lo creativo, y esta modalidad de coro escénico, de la cual realmente siento cierto orgullo de haber sido quien puso la piedra inicial de este movimiento.

¿Qué sentiste cuando se te convocó para el festejo de los 50 años de la Universidad?

Fue increíble, maravilloso, fue como el broche de oro. Si bien yo sabía que iba a continuar, pero fue como el reconocimiento de todos esos años de tanto amor, de tanta pasión, de tanto sacrificio para lograr objetivos en una Ciudad donde tampoco la cultura o el arte tienen un estatus importante. Así que fue como una coronación y un momento de emoción enorme que esas 27.000 personas nos vieran y aplaudieran.

Además, la importancia de todas las personas que formaron parte de los eventos y con quienes trabajamos en ese equipo: Daniela Jameson, Marcela Aravena, Ramiro Rezzano. Trabajamos en muy poco tiempo para hacer lo que se presentó. Para ese evento, teníamos que hacer la selección del coro que había desaparecido, así que había que volver a armarlo. Al casting se presentaron 120 personas, de las cuales quedaron 65, o sea, esa noche cantaron en el coro 65 personas, eso también fue un hecho absolutamente inédito.

Esa noche fue la coronación de tantos años de trabajo y de experiencia y todavía está palpitando en mis coreutas y en el equipo de trabajo, en mi asistente Laura Novillo, una persona que es realmente un tesoro, que me ha acompañado durante muchos años como asistente de dirección. Fue realmente un momento inolvidable que nos dio la posibilidad de mostrar ese nivel que logramos en un mes y medio de trabajo y de seguir apostando a que el coro siga brillando.

¿Qué sentís que le aporta el coro a quienes forman parte del mismo?

La actividad coral es muy especial. De hecho, la neurociencia ha investigado mucho sobre el canto colectivo y las cosas que ocurren. Hay una serie de sincronizaciones que se producen en los coreutas, donde se sincronizan ondas cerebrales, incluso han notado que se sincroniza el latido de los corazones. Hay toda una modalidad, un ambiente, una atmósfera que se crea con la cual yo también trabajo en la parte de preparación, que tiene que ver con un trabajo de concentración, de entrar en un estado especial de conciencia para que se produzca esta homogeneidad, esta amalgama de voces y de pasión, de sentimiento de emoción, que es lo que en definitiva uno quiere transmitirle al oyente.

Lo que comentan en general los coreutas, es que es un momento muy especial dentro de su semana, de su rutina, un momento que los conecta con su interioridad, con su sensibilidad, con su emoción. Dentro de los coreutas hay muchos estudiantes que son de nuestras carreras de música, que ya tienen esa conexión, pero también hay docentes de otras Facultades, estudiantes de otras carreras y gente que no pertenece a la Universidad, en ese sentido es un mosaico lo suficientemente rico y amplio. Considero que es una experiencia que todo el mundo debería atravesar para poder desarrollar su emotividad, su sensibilidad y compartir una experiencia con pares donde no existe la competencia.

Fuiste reconocido por el Senado de la Nación, ¿qué implica esto en tu carrera y en lo personal?

Semanas atrás recibí una distinción en el Senado de la Nación por mi trayectoria en la dirección coral y por el hecho de haber generado todo este movimiento singular de coro escénico. Eso me hizo sentir realmente una satisfacción enorme de haber podido tener estos logros tan importantes y este reconocimiento de pares. Esta distinción se hizo con una organización que federa todos los coros y directores de coros de la Argentina. Realmente me da la sensación de haber hecho un aporte, no solamente a nivel provincial sino también nacional, lo que también me llena de una enorme satisfacción, pero sigo trabajando como un obrero más, como una hormiguita más, haciendo arreglos, preparando nuevos proyectos.

En este momento además de estar con el coro de la Universidad acabo de formar un ensamble vocal instrumental, que va a pertenecer exclusivamente a la Facultad de Ciencias Humanas y está hecho solamente con estudiantes de las carreras de Música de la Universidad. Ese ensamble tiene apenas un ensayo, así que espero ya que a fin de año podamos hacer alguna pequeña presentación.

¿Cómo ves esta actividad de acá en un futuro?

Con mi equipo tenemos todo el apoyo incondicional por parte de la gestión, tanto del rector Víctor Moriñigo, como de la Decana de la Facultad de Ciencias Humanas para que nuestros elencos artísticos tengan el reconocimiento y estatus que se merecen, así que las perspectivas son hermosas.

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