El Dr. Juan Manuel Saharrea fue seleccionado por el programa Fulbright para desarrollar una estadía doctoral en la Universidad de Texas, Estados Unidos. El Doctor en Filosofía, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, y docente de la cátedra Filosofía del Derecho e Introducción al Derecho, de la carrera de Abogacía en la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales (FCEJS) desarrollará una estancia doctoral de tres (3) meses, a partir de febrero del año próximo. En diálogo con Noticias UNSL nos cuenta sus expectativas con respecto a esta experiencia.
¿Cómo surgió la iniciativa de ser parte de este programa de Fulbright?
Hace un tiempo trabajo en el final de mi investigación posdoctoral y me he empezado a vincular de manera más internacional con los autores que trabajan mis temas. Soy filósofo de la educación y trabajo en la teoría de John Dewey que fue uno de los grandes educadores del siglo XX, cuya obra actualmente tiene una especie de renovación, porque hay situaciones sociales como la polarización política, la gran fragmentación social que existe y cierto cuestionamiento a la democracia que hace pensar en la misma época en que vivió Dewey. Él escribió en épocas de entreguerras, pasó toda la experiencia de la guerra mundial, el fascismo, nazismo y en medio de todo eso intentó pensar qué podía aportar la educación para favorecer la democracia. Como empecé a publicar en revistas internacionales, me comencé a contactar con investigadores que trabajan en Estados Unidos, donde su obra es más trabajada.
A partir de ahí surgió la posibilidad de aspirar a una beca para estudiar en una universidad donde el pensamiento de este autor sea una referencia. Allí, hay un filósofo, que es Gregory Pappas, que su disposición fue fundamental para tener una carta de invitación, que es el primer requisito para aplicar. Además, hay que tener una agenda de trabajo y pensar en los antecedentes que uno tiene. Fulbright es una beca sumamente competitiva, se presentan alrededor de 300 personas por programa, quedan unas 20 y de ellas se toman entrevistas y queda la mitad. Hay que tener un inglés de nivel universitario, saber hablar y escribir bien en ese idioma y hablar e interactuar en un ámbito académico. En la entrevista me dieron diez (10) minutos, en los que tuve que contar para qué quería la beca, en ese espacio, el énfasis de Fulbright es saber qué vas a hacer cuando vuelvas, para qué vas, qué aportarías y qué vas a hacer al volver. Yo estudiaré en la Universidad de Texas, la más importante del Estado y una de las 20 más importantes de Estados Unidos. Viajaré en el mes de febrero, hasta fines de abril.
¿Qué implica desde lo profesional y personal haber sido seleccionado en este programa?
A nivel profesional quienes hacemos filosofía y trabajamos en Conicet sabemos que es muy competitiva la carrera desde que ingresamos como becarios. Una de las cosas que siempre se nos advierte es que, si uno no tiene un impacto de lo que investiga a nivel internacional durante su instancia de beca posdoctoral, difícilmente pueda ingresar a carrera. Un poco por necesidad y por gusto lo hice. A nivel personal, valoro mucho la educación pública, siempre creí en la disciplina y el trabajo y esos son valores que trascienden lo meramente académico.
A veces uno se presenta y los rechazos pueden ser muy duros, así como en muchas instancias toca que no te aprueben un subsidio o que no te publiquen un artículo, en esta oportunidad salió y eso da una enorme alegría. El programa en el que obtuve el financiamiento es Fulbright Ministerio de Educación, y que el Ministerio haya valorado esta trayectoria es muy importante. Creo mucho en la ciencia como una herramienta para el desarrollo del país, no solo en las áreas exactas o naturales, sino en la gran área de las ciencias sociales y humanidades.
¿Has tenido experiencias anteriores en otros países?
Tuve dos (2) experiencias en la Universidad de la República en Uruguay y en la Universidad de Chile, en ambos casos me fui a trabajar con especialistas temas de la filosofía de la percepción y fueron muy gratos los intercambios. El sistema de educación en Chile es público pero arancelado y es notable la diferencia de oportunidades y posibilidades de diálogo que hay. En la Universidad de la República, que es pública y no arancelada, sucede que hay una estricta estructura jerárquica, que hace que casi no haya jóvenes en la discusión filosófica. En cambio, en nuestro país se siente mucho que uno desarrolle discusiones interesantes desde muy temprana edad, ese es un plus de nuestro sistema de investigación, esa osadía, el empuje y la capacidad de trabajar cooperativamente desde muy temprana formación.
¿Qué podrías decirnos sobre el trabajo que realizarás en Estados Unidos?
Actualmente estoy trabajando en el análisis de la polarización política extrema, algo que ha de llamarse: el fascismo como modo de vida, es decir, la forma que tenemos de comunicarnos con otras personas no en términos de comunicación, sino del otro como mi enemigo, que no me interesa lo que dice, sino lo que es, un grado de intolerancia extrema. Este fenómeno se da de la mano de otros, como la fragmentación social, la falta de oportunidades a nivel educativo, situaciones estructurales que tienen que ver con indicadores vinculados a la pobreza, la falta de servicios, etc. Esto es algo que se da tanto en Estados Unidos como en Argentina, haciendo un análisis comparativo.
Nosotros tenemos nuestra versión de polarización política que es la grieta, que no es lo mismo que sucede en Estados Unidos, donde hay un régimen bipartidista fuerte, donde republicanos y demócratas representan cosas muy distintas, y donde hubo un gobernante muy extremista como Donald Trump. En ese país hubo un gran grado de polarización política que se reflejaba hasta en los consumos. En nuestro país, hay indicadores históricos que marcan la grieta, algunos lo identifican con peronismo/antiperonismo, otros más a nivel de clases, con una mirada clasista en la que se piensa que hay gente que no comprende la realidad porque le falta formación y conocimientos.
Uno de los grandes desafíos que estamos viendo en la época contemporánea es cómo podemos negociar nuestro marco simbólico, tenemos mucha tarea por recorrer en cuanto a cómo nos comunicamos y logramos generar un sentido de comunidad que no derive en situaciones extremas. Ahí hay una tarea filosófica muy importante, con el desafío de repensar no solo las formas en las que nos comunicamos, sino también cómo decimos que nos comunicamos, ¿qué queremos decir con libertad de expresión?, ¿qué queremos decir con el «así pienso yo, respetalo»?, ¿cuáles son las dimensiones lingüísticas?. Muchas veces se dice que a las palabras se las lleva el viento, pero en general, tienen un poder de acción muy grande en las comunidades. Las peores situaciones de resolver son aquellas que involucran la violencia verbal, porque no tienen una causalidad, uno echa a rodar un prejuicio y no sabe dónde termina.
¿Cuáles son tus expectativas con esta experiencia?
Mi expectativa es trabajar desde un marco comparativo, escribir al menos dos (2) ensayos y enviarlos a revistas del medio, de importante recepción en el campo de estudio que trabajo. Participaré también en el Congreso de la Sociedad Argentina de Filosofía Americana que es en Boston y tengo reuniones en Nueva York con gente que está trabajando en los archivos Dewey. Será una agenda de trabajo muy condensada, la idea es recabar mucha información.
¿Qué te gustaría lograr con esta formación?
La hipótesis de mi trabajo es que, en general, la educación pública a nivel de la escolarización juega un rol fundamental para desalentar las prácticas epistémicas de polarización. Formar ciudadanos democráticos implica una tarea que no tiene que ver solo con repetir «tenemos que ser tolerantes», como si fuéramos máquinas, sino el ejercicio de un hábito de conversación y orientar la educación a la solución de problemas. La idea es tratar de pensar la educación como algo que se sustancia resolviendo problemas. A nosotros nos sacan de la escuela después de 15 años de escolarización y nos piden que seamos ciudadanos que sepamos de inflación, pobreza, educación, políticas públicas y en general, en la escuela tenemos enfoques bastante informativos sobre diferentes cosas, que poco tienen que ver en muchos casos con problemas que después tenemos que resolver como sociedad.
Hay un gran desafío de reforma curricular y en esa disputa pensamos que no hay que descuidar el mundo del trabajo, porque uno se educa para obtener un trabajo el día de mañana, pero el aspecto de socialización es formar ciudadanos que puedan evitar lo máximo posible la polarización política. Polarización siempre habrá, pero hay formas de evitar esas prácticas. La polarización hoy por hoy está en niveles tan extremos que vivimos épocas en donde no creemos cosas, sino que directamente tenemos dogmas para todos y nadie puede vivir en ese compromiso extremo con lo dogmático, porque el cambio es algo inherente a nuestra condición como seres naturales. Ahí hay un desafío muy importante, es importante cambiar porque las sociedades y los contextos cambian y eso involucra mucha reflexión filosófica.
¿Qué más te gustaría destacar de esta oportunidad de formación?
Empatizar que me gusta pensar que nada de esto es producto del mérito individual, sino que es producto de las posibilidades que me han dado las instituciones, mayormente públicas, para afrontar estos desafíos. Está bueno enfatizarlo para saber para qué sirve tener universidad, o que se financie la filosofía. Así como hay recursos como el litio, el gas, hay recursos que son simbólicos, que son los que hacen avanzar a las sociedades. El feminismo y la democracia son ejemplo de ellos. Muchas veces, no se valoran como cosas que se realizan, porque pareciera ser que surgen de la nada y en realidad son producto de la empresa investigativa de humanistas y en buena medida, de filósofos. Si estamos en una sociedad con problemas de comunicación, no me parece una mala idea que se le dé mayor protagonismo a las humanidades.
Foto portada: Prensa FCEJS
Foto interior: gentileza Juan Manuel Saharrea