En agosto, la Universidad de Buenos Aires (UBA) celebró su bicentenario, y en el acto central de esta conmemoración, rindió homenaje a personalidades destacadas, docentes y graduados/as de la Casa de Estudios, en el Salón de Actos de su Facultad de Derecho. Fundada el 12 de agosto de 1821 en la Manzana de las Luces, la UBA emprendió esta distinción en reconocimiento de sus trayectorias y el compromiso con los valores de esta Institución.
Esteban Gabriel Jobbágy Gampel, ingeniero agrónomo egresado de la Facultad de Agronomía (UBA) e investigador Superior del CONICET San Luis, fue una de esas 200 personalidades que, junto al Presidente de la Nación, ministros/as, políticos/as, empresarios/as, investigadores, defensores de los derechos humanos, figuras de la ciencia, las artes y la cultura, recibió su distinción en la UBA.
El Dr. Jobbágy, vía Meet desde su oficina en la que se puede ver como parte de la decoración algunas plantas, un cuadro con la foto de La niña afgana la refugiada más famosa del mundo, y con la calidez de quien se predispone a compartir, cuenta: «Fue un reconocimiento de mi primera Casa académica en la que aprendí muchas cosas y en la que formé. Y a diferencia de otras distinciones de parte de los/as pares científicos/as, la otorgó la Universidad de Buenos Aires por medio de sus Consejos Directivos, que están conformados por estudiantes, docentes y graduados/as. Esto a la vez de sorprenderme, me gustó mucho».
Además de sus múltiples contribuciones nacionales e internacionales sobre cuestiones vinculadas al cuidado y preservación del medio ambiente, actualmente se desempeña en el Instituto de Matemática Aplicada San Luis (IMASL/UNSL). El investigador expresa que gran parte de su trabajo «está siempre en el alambrado que separa la producción, del ambiente. Son dos (2) aspectos de lo que hacemos con la naturaleza, con el territorio, con los recursos, que a menudo entran en choque».
También remarca su interés por el estudio de las características propias de la agricultura en las llanuras argentinas. «En los últimos años, venimos trabajando en intentar entender, cómo el ciclo del agua es afectado por el avance agrícola. Por qué nuestra agricultura es distinta, cómo llegamos hasta eso y qué caminos podemos tomar para tener opciones a seguir que sean más sustentables, mejores con el ambiente y que se mantengan productivas».
Jobbágy hace más de 20 años adoptó a San Luis como su lugar y su hogar, y desde aquí forjó su carrera. Es investigador superior del CONICET en el Laboratorio del Grupo de Estudios Ambientales (GEA) de la Universidad Nacional de San Luis y profesor adjunto ad-honorem de la carrera de Ciencias Ambientales (Facultad de Agronomía, UBA). Publicó más de 160 trabajos en temas de Ecología, Suelos, Hidrología y uso del Territorio.
Asimismo, tiene una inmensa trayectoria en la que se destacan premios otorgados por la Academia Mundial de Ciencias (TWAS, por sus siglas en inglés) en 2019; un galardón otorgado por la Sociedad Americana de Geofísica (AGU) en 2018; la distinción realizada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación con el premio Bernardo Houssay en 2010, y formó parte del premio Nobel de la Paz (2007) como autor contribuyente de reportes en el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), entre tantos otros.
Por su extenso trabajo en materia de medioambiente, y respecto a las condiciones socio-ambientales que ha puesto en evidencia esta pandemia mundial, el investigador destaca que se vive en una época de cambios muy vertiginosos. «Ahí afuera es un mundo que cambia rápido, el clima, la forma en la que nosotros vivimos, lo que le hacemos a la tierra, la cantidad de recursos que demandamos, y esto nos va imponiendo un montón de presiones».
Menciona que si bien actualmente los/as investigadores/as cuentan con más información, más y mejores herramientas, los grandes cambios que estamos viviendo a nivel climático en el mundo, funcionan como una muestra de lo que hoy se denomina el Antropoceno. «Es esta época en la que hemos cambiado mucho las reglas de cómo funciona el mundo, y es necesario que nos adaptemos a eso. Tenemos que hacernos cargo del impacto enorme que tenemos en este mundo y aprender a manejarlo mejor, gestionar mejor los recursos. Esto incluye entre otras cosas, aprender a consumir menos para seguir siendo todos/as los/as que somos». Y agrega: «debemos mejorar las condiciones de distribución. La inequidad es un problema mucho más importante que el cambio climático. Si resolvemos la desigualdad tan grande que tenemos especialmente en Latinoamérica, vamos a tener mejores herramientas para enfrentarnos a los cambios del ambiente y hacer las cosas mejor».
«Hacer investigación es un privilegio», destaca Esteban, «es tener la tranquilidad de trabajar indagando cómo funciona este mundo, a veces por pura curiosidad y otras con el objetivo de cambiarlo o de volverlo mejor». Así también menciona que es casi imposible hacer esto fuera de la esfera pública. «Son muy pocos los ámbitos de verdadera investigación privada en Argentina, y en general en Latinoamérica. En nuestra parte del mundo, ese espacio de investigación profunda, de reflexión, de curiosidad pura, muchas veces queda limitado a lo público y los Estados hacen una contribución, pequeña, pero crucial para que esto exista».
Para él, la actividad más fascinante de todas es formar y entrenar a nuevos/as investigadores e investigadoras del sistema. «Dentro de las condiciones difíciles que hay en Argentina para investigar, cuando nos encontramos con alguien muy motivado o motivada, siempre hay que darle un lugar», concluyó.