«Pienso cada vez más que la educación pública es un privilegio»


Ana Laura Hidalgo es licenciada en Comunicación Social, especialista en Gestión Social, magíster en Política y Planificación Social y doctora en Ciencias Sociales. Hace más de diez (10) años es docente de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) y actualmente se desempeña como becaria postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) hasta marzo del año próximo.

Desde su anterior beca doctoral en el 2014, siempre mostró interés en las problemáticas relacionadas a las desigualdades sociales desde la comunicación y es a partir de allí que ejerce su rol como investigadora.

¿Cuál es su mirada de la investigación en la comunicación?

Las corrientes iniciales de la comunicación social como campo pensaban a la comunicación como mera transmisión de información, pero a lo largo del tiempo esa idea se superó y el campo se ha desarrollado y ha crecido muchísimo.

Se añadieron otras perspectivas que han renovado claramente el pensamiento comunicacional, como la etnometodología, la sociología, las interpretaciones sociales, estudios sobre la recepción, de la economía política de la comunicación, las teorías acerca de la globalización, de la sociedad de la información y también podemos llegar a pensar en todo lo vinculado con el capitalismo cognitivo. Realmente los temas de investigación en comunicación se han ido renovando en relación con las teorías y los estudios, hay aplicaciones muy variadas acerca de este campo de conocimiento que han ido confluyendo en la construcción de nuevas teorías.

Creo que la riqueza de la comunicación está presente en distintos campos disciplinares, hoy difícilmente un/a investigador/a puede hacer comunicación sin problematizar los alcances sociales, que eso supone las mediaciones, los tipos de sociabilidad que suponen los órdenes comunicacionales.

¿Cuál es la importancia de la docencia/investigación de profesionales noveles que irrumpen en la escena académica?

Cuando sos profesional novel llegas con muchas curiosidades y la curiosidad hay que nutrirla. Las preguntas, los espacios de pregunta hay que nutrirlos. Creo que muchas veces investigadores/as ya consolidados/as en el campo, que ya tienen una trayectoria más importante, les cuesta más poner las lecturas nuevamente en remojo y cuestionarse nuevamente y volver a problematizarse.

Siendo parte del Departamento de Comunicación puedo ver que hay un grupo de investigadores/as que somos medianamente jóvenes y que estamos alcanzando los títulos de cuarto nivel, es decir, los doctorados. Esto también habla de la madurez de nuestras carreras, de nuestro Departamento; y es muy buen augurio que investigadores/as que somos considerados/as noveles o jóvenes podamos acceder tempranamente a los títulos de cuarto nivel, porque eso implica que no llegaste a ningún lado. Recién estás comenzando una carrera como investigador/a, cuando en otras generaciones anteriores llegaban al doctorado y era como el culmine de la carrera, como “listo, no tengo nada más que aprender”, o “tengo la receta hecha y la replico en todos lados”.

Para mí llegar tempranamente a un nivel de cuarto nivel en la formación de investigadores/as nos prepara para seguir pensando, es recién un paso necesario para poder seguir investigando, para seguir siendo parte de la ciencia, contribuir a una mirada compleja de la ciencia.

¿Qué opina acerca de las becas?

Creo que todo este tipo de convocatorias tienen que ser aprovechadas, interpeladas, difundidas desde los organismos que correspondan en la Universidad, para que cada vez más personas puedan acceder, trabajar en conjunto, mirar las funciones de la Universidad de modo complementario.

Es fundamental que los/as investigadores/as que puedan ingresar y tener la posibilidad de acceder a estos financiamientos que brinda Conicet, agencia o el organismo que sea, puedan articular esa investigación con prácticas docente, en temas de extensión y de vinculación, como tres (3) funciones sustantivas de la Universidad.

En mi caso particular, si no hubiera sido por esta posibilidad que tuve, difícilmente hubiera podido trabajar esta integralidad de las tres (3) funciones ni brindar mi pequeño aporte. Lo que investigo me apasiona, me interesa mucho la economía social, pero además me ayuda a repensar y a plantear los espacios donde realizo la docencia y al mismo tiempo eso va a nutrir el Proyecto Educativo Institucional (PEI) que dirijo. Poder trabajar esa tríada en la formación de los/as investigadores/as para mí es de suma importancia porque esos espacios no son un capricho, sino que hacen parte de toda la mirada integral que tenemos que tener los/as docentes.

Al menos en ciencias sociales, a mí me parece muy importante trabajar la docencia, la extensión y la investigación en sintonía con una misma mirada; primero porque te evita dispersiones y segundo porque es allí donde realmente cobran sentido las investigaciones: ¿Para qué estudio o escribo un paper, si no es para que mis estudiantes en el aula escuchen qué es lo más actualizado que hay sobre el tema? Tiene que ser una misma pregunta, una misma preocupación que te atraviese y que uno la pueda ir desplazando, nutriendo, interpelando en esos lugares.

¿De qué trata la investigación que realiza en el marco de la beca del Conicet?

Mi tesis doctoral estudia las desigualdades sociales desde la comunicación en prácticas de Economía Social. En los emprendimientos de Economía Popular o de Economía Social muchas veces ocurre que toda la familia está involucrada, no es el sujeto que tiene un empleo formal sino que se gestan emprendimientos asociativos comunitarios, populares, informales.

Desde esta investigación lo que se hace es reunir distintos enfoques metodológicos que den cuenta de las desigualdades sociales, no sólo en un nivel macro sino también microsociológico. Particularmente recupero todas las discusiones relacionadas con la comunicación y el desarrollo desde una confluencia teórica-metodológica de aporte, a partir de nuestro campo y de América Latina para pensar la comunicación. No lo hago desde una mirada normativa, no pensamos “cómo debe ser la comunicación” o “cómo debe ser ese desarrollo de los pueblos” para incidir en las condiciones de desigualdad social, sino que lo que trabajo es un abordaje multidimensional de las desigualdades sociales, para lo cual lo comunicacional es una de las tantas dimensiones que se desarrollan en esos territorios.

Ciertamente había muy poco de esto en el campo de la comunicación, en términos metodológicos y de antecedentes. Si bien mi formación de grado es en Comunicación Social, siempre me interesaron los temas relacionados con las problemáticas de las ciencias sociales en general, nunca me preocuparon los medios de comunicación.

Antes de salir beneficiada con el financiamiento del Conicet, ya había comenzado una carrera de posgrado sobre temas de políticas públicas en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) en Mendoza. Este posgrado trata particularmente sobre políticas sociales y el rol del Estado pensado para la intervención en materia de políticas públicas, es decir, para incidir en las condiciones de desigualdad social.

¿Por qué considera que es un aporte al campo de la comunicación?

Porque cuando hablamos de desigualdad social no es sólo discutir pobreza. No es solamente referimos a las desigualdades de ingresos, a las necesidades básicas insatisfechas, que también son indicadores muy normados sobre todo por organismos internacionales que van a medir la famosa NBI (necesidades básicas insatisfechas), o las desigualdades por nivel educativo. Esas son medidas instrumentales metodológicas para medir una faceta de la desigualdad social, pero esas estadísticas carecen de rostros, de vidas, de sentidos, de personas. Por eso digo que yo no hago comunicación para el desarrollo, sino que discuto los sentidos de desarrollo desde la comunicación y eso creo que hace mucho más complejo el abordaje.

Parte de lo que da cuenta la tesis es que sujetos que están en un mismo territorio y que aparentemente tienen esos mismos indicadores garantizados en una igualdad de oportunidades, de posiciones, pueden estar atravesados por desigualdades comunicacionales, en términos de una desigualdad de poder, de distribución de recursos, de lugares de incidencia, de redes sociales vinculares que también repercuten en la expresión y en el modo de vida de esos sujetos. Problematizar las desigualdades sociales, nos involucra a todos porque en realidad estamos en una sociedad que se basa en aspectos desiguales porque no todos/as partimos de la misma línea de largada.

Tiene categorías genuinas, porque a partir de lo que ellos/as hacen y/o lo que ellos/as narran de su propia vida, yo construyo las categorías sin forzar ni intentar aplicar una teoría.

¿Cuáles son esos enfoques o dimensiones trabajados en la investigación?

Uno de ellos es el enfoque comunicacional relacionado con las prácticas y con los instrumentos de comunicación. Trabajé desde lo socio-estadístico, porque eso rige en las ciencias sociales para hablar de desigualdad social; también con un enfoque prosopográfico, que es narrar las biografías colectivas a partir de recurrencias y de lugares comunes de esos sujetos que vivimos las condiciones de desigualdades sociales.

Abordé también con trayectoria socio-ocupacionales, que es un estudio de las biografías de las personas buscando hitos conflictuantes en su historia de vida que implicaron una bisagra, transformaciones socioculturales y que también eso se vincula comunicacionalmente, porque es la propia historia que nos narramos nosotros. Todas esas cosas que te pasaron en la vida, necesariamente te imprime un horizonte mundo, un horizonte de sentido, un horizonte de expectativa.

A su vez, trabajamos con abordajes de brechas, hay una brecha normativa, una brecha de significación, una brecha de paradigmas. No es lo mismo lo que entendemos por comunicación nosotras formadas en comunicación que quién no está formado en esos temas, en general se recae a una mirada instrumental de la comunicación.

Hay otra dimensión de la comunicación que da cuenta de la desigualdad social, que es lo institucional. Hay organismos más o menos formales que replican ciertas condiciones de desigualdad en su interior. Otro enfoque es la alteridad y la identidad, es decir, el cómo me narro yo, cómo soy yo con respecto a los otros, cómo construimos un nosotros, qué nosotros construimos y en función de qué ellos, porque siempre hay un nosotros en función de un otro.

Podríamos hablar de otra dimensión relacionada a los silencios; muchas veces pensamos que el derecho a la comunicación es el derecho a decir, el derecho a hablar, el derecho a expresarnos, el derecho a manifestar nuestra visión del mundo, pero también estamos en el derecho de poder decir “de esto no quiero hablar”. Pero muchas veces ¿Qué tanto garantizamos ese derecho? Ahí también subyace una relación y noción de poder que nos va a indicar que algunos sujetos tienen una concentración de poder tal que les permite manifestar esa dimensión de los silencios de algún modo, mientras que otros sujetos no lo pueden hacer.

Por último, una dimensión de la comunicación para pensar las desigualdades sociales se relaciona con lo vincular y con lo motivacional. Hay en la comunicación una latencia para poder establecer lazos, para poder crear redes sociales vinculares, que hace que también algunos sujetos se expresen en esa dimensión comunicacional con menos andamiajes que otros sujetos.

A la hora de trabajar las dimensiones más cualitativas, ¿Cómo hizo para hacer la selección de sujetos?

Entrevisté a casi 120 familias y en todo este tiempo reconstruí las trayectorias ocupacionales de todos los integrantes de esas familias. Con anterioridad trabajé en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, en el Centro de Referencia (CDR) de San Luis; y a partir de ahí me involucré con la implementación de la Ley 26.117, que es la ley de microcréditos para la economía social y solidaria. Desde la comunicación, quería interpelar el rol del Estado, observar qué está haciendo con estos sujetos, con estos colectivos.

A partir de la descentralización de organizaciones sociales sin fines de lucro vinculadas a este programa, tomé un poco más de la mitad de estas fundaciones que me permitieron el acceso a aquellos emprendimientos familiares que manifestaban interés en participar de la investigación.

Uno de los abordajes principales fue la informalidad laboral como una dimensión de desigualdad social, teniendo en cuenta que vivimos en esquemas trabajocéntricos. Es decir, hoy todos nuestros derechos sociales, pasan por nuestra condición de asalariados/as, tener un trabajo formal garantiza el acceso a ciertos derechos. Si te desempeñás en la economía informal, estás en una condición de desigualdad respecto de otros porque estamos en un sistema donde todos los derechos sociales pasan por la condición de trabajo.

¿Qué la llevó a investigar sobre este tema?

Muchas veces se tiene una mirada peyorativa acerca de la economía social porque muchos comprenden que es la economía para los “pobres” o la economía de los “pobres” o el modo en que los “pobres” solucionan el problema de su subsistencia. Discuto fuertemente ese posicionamiento primero porque no lo comparto y segundo porque vengo de un lugar de fuerte ruralidad en la provincia de La Pampa donde la vida se organiza en torno a la economía social.

Yo vengo de un lugar en el cual mi trayectoria familiar tuvo mucho que ver con los espacios de economía social. Mis papás nunca tuvieron un empleo formal, nunca tuve obra social hasta que empecé a trabajar en la Universidad. Habían prácticas de economía social basadas en la cooperación, en el intercambio, en la autonomía, en el no impacto ambiental, que eran constitutivas de las familias.

Siempre fui a la escuela pública, primero porque en mi pueblo no habían escuelas ni clínicas privadas, y segundo porque si hubiera habido una escuela privada tampoco me la podían pagar. Mi vida siempre transitó por los espacios públicos.

Para mí lo normal era encontrarse con gente que era distinta, que habían algunos que tenían más, otros menos pero todos estábamos en esos espacios de socialización encontrándonos como pares. Cuando salí de esa burbuja, en la cual me crié, me di cuenta que no era normal. Me empecé a cuestionar, a preguntar, a generarse en mí una incomodidad, de esas que te llevan a romper con esas ingenuidades y cuestionar ese propio relato que nos hacemos de esas infancias tan añoradas, los que tuvimos la suerte de tener una infancia feliz. Para mí era normal tener una infancia feliz.

¿Qué piensa acerca de la educación pública?

Pienso cada vez más que la educación pública es un privilegio, hay muchos chicos que han dejado la educación en pandemia. Nos tenemos que sentir privilegiadas de poder estar acá y cuando tomás conciencia que no todos y todas tenemos este privilegio es cuando empezás a tomar la responsabilidad que conlleva estar en este lugar.

Hoy trabajo en la universidad pública, soy profesora de Economía, de Marketing y soy una privilegiada. Tengo una beca postdoctoral, pude estudiar una carrera, porque soy una privilegiada, eso me da derechos pero también me otorga obligaciones. Es por eso que tengo una gran responsabilidad frente a esta investigación, frente a esas familias emprendedoras, frente a quienes estudian en la universidad pública.

Crédito
Leisa González, estudiante de la Licenciatura en Periodismo (FCH) en Prensa Institucional UNSL.
Supervisora: periodista Fabiola Aranda (Prensa UNSL).

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